Zaratustra se marchó a la montaña; esperando gozar de su soledad se encontró con Caín, Prometeo y Sísifo; obviamente,no salió nada "bueno" para los "buenos": Bajó de la montaña
el Zaratustra anarquista y rebelde.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Breve relato de la vida de un anarquista (parte III)

En los 11 años siguientes a mis 23 años, sin ningún tipo de inducción o estímulo externo ajeno a mi voluntad y movido por mi espontánea inquietud a través de las lecturas de Ortega y Gasset, Schopenhauer, Sartre, Cioran, Camus y Nietzsche, inevitablemente me acerqué a las ideas del nihilismo, existencialismo, vitalismo y el cinismo, que combinadas todas en elementos comunes y no comunes, emprendí un intento por describir, interpretar, definir y dar forma en pensamiento a todo aquello que por sentimientos y sensaciones ya había experimentado en un mundo con el que continuamente me mantenía en choque por el mero hecho de pensar y actuar diferente, y cuyo funcionamiento basado principalmente en el condicionamiento operante: recompensa y sanción, premio y castigo, vigilancia, deber y poder, pretendía sumirme hacia la senda del molde de un rebaño con conducta deseadas por otros, normalmente investidos de autoridad, y esto no es más que la negación de mi propio ser, mi propia existencia, mi propia vida, mi propia identidad y mi propio yo.
Me decepcioné del mundo y ya no volvería a ser el mismo; el entusiasmo con el que intentaba afrontar ese mundo se extinguía, me resultaba cada vez más difícil sobrellevar los ámbitos de trabajo en los que me desenvolvía, al ser incapaz de asumir un molde de conducta que estaba muy distante de ser yo, y peor aún, que implicaba la renuncia de mi yo. Cual superhombre que ha superado la cuerda tendida sobre el abismo, que no desea ser ni amo ni esclavo, di muerte a Dios, lo sepulté y destruí su trono, pero todavía tendría que esperar tres años más para destruir al nuevo ídolo estatal y sus instituciones.
Para entonces comprendí que había iniciado un proceso personal sistemático de negación de todo dogma, que daría paso a una apertura de opciones infinitas no determinadas y al desarrollo de un espíritu libre y creador, luchando continuamente por no ser absorbido por el rebaño en un mundo sin libertad, conservando siempre el privilegio de ser uno mismo, al ser enemigo acérrimo de todo aquello que degrada y todo aquello que es elevado en adoración, que en sí mismo es un acto de rebelión que es repudiado y odiado por la masa amorfa aglutinada.
Todo aquello que coaccionaba el desarrollo de mi propio yo y mi voluntad, se convertía en una cadena que aprisionaba mi existencia, generándome angustia, malestar y aflicción. Esta angustia que me aquejaba, me conduciría poco a poco al camino de la libertad, el cual le daría forma propia a mi carácter y a mi destino. Siempre frontal al difundir mis ideas y compartir mis experiencias, mis lecturas siempre eran consideradas inútiles y motivo de burla en este mundo arbitrario, simple y unidimensional.
Considerando mis reiterados intentos fallidos para continuar mis estudios de educación superior, desde el punto de vista de la obtención de un título universitario la ciencia también fue para mí un asunto pendiente al igual que la política y la economía, y advertí que las tres tenían mucho en común con la moral, la ética y la religión, puesto que todas se basan en leyes creadas por eruditos que para su cabal cumplimiento luego son custodiadas por pastores y sumos sacerdotes.
Fue a mis treinta y cinco años de edad, cuando a mis manos llega un libro titulado “Tratado contra el método, esquema anarquista de la teoría del conocimiento” de Paul Feyerabend, y al leer las primeras líneas de la introducción del texto, en las que el autor escribe: “El presente ensayo ha sido escrito con la convicción de que el anarquismo, que tal vez no constituye la filosofía política más atractiva, es sin embargo una medicina excelente para la epistemología y para la filosofía de la ciencia”, quedé atraído completamente por las ideas anarquistas. No es que hasta ese día no haya leído acerca del anarquismo, sino que simplemente había leído a sus detractores; desde entonces investigué a profundidad, leyendo principalmente a Proudhon y “Qué es la propiedad”, a Bakunin y “Dios y el Estado”, a Kropotkin y “La conquista del pan”, a Malatesta y muchos más. A partir de este momento de mi vida, me reconcilié con la ciencia, la política, la economía y la ética, pues hallé que si es posible concebir el mundo de otra forma.  

He aquí que hoy día me encuentro en la UPEL, cursando la carrera de Docente de Geografía e Historia, pues estoy convencido que el único camino y medio, justo y razonable, para lograr la transformación de una sociedad autoritaria y corrompida a una sociedad libertaria, justa, fraternal, solidaria, libre e igualitaria es a través de la educación libertaria, específicamente transformando y reivindicando la forma como son vistas las ciencias sociales. Aunado a esto, me encuentro distribuyendo panfletos sobre anarquismo mientras trabajo como taxista y mientras la dinámica del sistema me lo permite, hago uso de la bicicleta como medio de transporte. Salud y anarquía!!!


martes, 25 de febrero de 2014

Discurso de un anarquista dentro del militarismo (Parte I)

En las primeras semanas del mes de Febrero del año 2012, siendo Mayor de la Aviación Militar Bolivariana, fui designado como comandante de un curso de asimilación militar que se dictaría a un grupo de profesionales de diferentes áreas. Para nadie es un secreto las dificultades por las que atraviesan gran parte de los profesionales en este país para conseguir empleo y que estos procesos de asimilación son vistos como una oportunidad para alcanzar estatus, beneficios, privilegios y aspirar a ser incluidos en un sistema de seguridad y bienestar social. He aquí que estas aspiraciones no sólo contribuyen a la profundización de un militarismo que en sí mismo es contario a las ideas de igualdad y libertad del socialismo, o al menos las del anarquismo, sino que limita y merma la capacidad de desarrollo intelectual y profesional de los egresados de las diferentes Universidades en las diferentes áreas de conocimiento.
            Por supuesto, quienes me nombraron para este cargo sabían perfectamente que no estaban designando a ninguno de sus autoritarios próceres independistas, y mucho menos a un Bolívar, considerando además que desde el año 2009 había decidido difundir frontalmente las ideas anarquistas dentro del medio militarista. Los militaristas Generales, sus militaristas seguidores y los no seguidores aún cuando tengan que cumplir sus órdenes, saben perfectamente cuales son los criterios bajo los cuales hacen las designaciones, desde una simple comisión indeseable que les hace rehuir, hasta una deseable y muy apetecible comisión de estudio internacional.
            Al hacer mención del autoritario de Bolívar no pude evitar recordar su frase que dice: “Llamarse jefe para no serlo es el colmo de la miseria” y es que un autoritario no puede sino pensar de esta forma para justificar su imposición sobre otros. Los militaristas cuando perciben o intuyen que otro militarista no aplica este precepto le denominan a esto “falto de carácter para comandar” y esta es la educación autoritaria que ha prevalecido en nuestra deprimente sociedad. Es necesario transformar la sociedad autoritaria a una sociedad libertaria a través de la educación libertaria y enseñar que “Quienquiera que ponga su mano sobre mí para gobernarme es un usurpador y un tirano y le declaro mi enemigo”, Pierre Joseph Proudhon, tan simple como eso, un libertario no desea gobernar ni ser gobernado.
            El mismo día de ingreso, para recibir a los aspirantes a oficiales asimilados, se haría un acto castrense al cual fui designado para la simpática ocasión de dar un discurso; simpática por el hecho de considerarla  una gran oportunidad para la difusión del ideal anarquista. El resultado de ese discurso, luego de tres adaptaciones que me obligaron hacer, es el que a continuación les presento y dejaré para la siguiente parte del artículo los detalles de dichos cambios:


“Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia, socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad” Mijaíl Bakunin, filosofo socialista (anarquista) ruso (1814-1876) frase extraída de su obra “Declaración del socialismo” (“Dios y el Estado”).

En un siglo XIX, en el que el mundo se encontraba influenciado por las ideas liberales de la Revolución Francesa, en la que se reforzaron los valores de la igualdad, libertad y justicia, y comenzaron a construirse los Estados-Naciones y las Repúblicas, sólo un hombre supo diferenciar su sueño e ideal de aquellos proyectos republicanos-liberales; me refiero a Simón Bolívar, El Libertador. Por supuesto, esto no fue casual ni accidental, gracias a los aportes de su mentor, el pedagogo Simón Rodríguez, quien a su vez fue influido por las ideas de Fourier y otros socialistas utópicos. Hoy día y desde el mismo día de su muerte, los esfuerzos de nuestro Libertador por lograr la libertad han resultado insuficiente. Su anhelo de libertad es una obra inconclusa que ha de continuarse y ampliarse, pues la libertad dada no es libertad, y la emancipación requiere de una conciencia de lucha adquirida y una acción de lucha emprendida por cada individuo y cada colectivo; individuo y colectivo deben estar en posibilidad de decidir libremente como va accionar en pos de la revolución anticapitalista que nos hemos propuesto realizar y es liderada por nuestro Comandante Presidente, he aquí su contribución.
Este proyecto de revolución anticapitalista necesariamente tiene que ser libre, igualitario y justo, para ello, han de ser los propios explotados y oprimidos, quienes a partir de sus organizaciones de base, construyan y autogestionen el poder popular, que haga posible la anulación y abolición, completa y absoluta del capital, y por consiguiente, del dominio de una clase social sobre el pueblo trabajador. Para ello es preciso no incurrir en soluciones reformistas o revisionistas que minimicen las penurias que ocasiona el neoliberalismo; preciso es mantener nuestro carácter revolucionario, teniendo siempre presente que no se trata de suavizar con capital los estragos del capital, sino, como ya he dicho, aboliendo el capital. El reto es titánico como titánico es nuestro espíritu de lucha; una lucha cuyo primordial instrumento es la educación, a fin de vencer la ignorancia y el desconocimiento en la que se encuentra sumida la clase trabajadora explotada, normalmente pobre, que sólo cuenta con su fuerza de trabajo y es forzada a venderla al más bajo costo a los burgueses. Efectivamente, la educación, sino el único, es el principal bastión, puesto que por ese mismo desconocimiento, los ricos no sólo han causado la miseria de los pobres, sino que también los mismos pobres, en correspondencia, han creado la riqueza de los ricos, constituyéndose así, como principal obstáculo para lograr la igualdad, no precisamente el orgullo de los aristócratas, sino el egoísmo indisciplinado de los pobres.
De esto se trata, de estar dispuesto a dar todo por Venezuela y ese ha de ser el sello más distintivo de cada uno de ustedes quienes hoy se encuentran cruzando el umbral del primer Instituto de formación castrense de nuestra Aviación Militar Bolivariana, dejando atrás el hogar, los amigos y los recuerdos; mientras se entremezclan alegrías y tristezas, a su vez se proyectan sueños y esperanzas que se cumplirán con el paso del tiempo. Aman a su patria tan profundamente, que se harán oficiales para luchar por las adversidades internas y externas que atraviesa el país. Tengan siempre presente que si se puede cuando se está decidido, cuando comprometes tu voluntad para lograr lo que deseas alcanzar; que si se puede cuando ante cada obstáculo muestras temple y con mayor decisión los empiezas a enfrentar.

Aquí en las aulas de esta casa de estudios, encontrarán un grupo de amigos, un experimentado equipo castrense, líderes sensatos y juiciosos, dispuestos totalmente a generarles propósitos, direccionarlos, motivarlos, y a brindarles el apoyo que requieran en todo momento, con el fin de suministrarles todas las herramientas necesarias para asumir con devoción los deberes y responsabilidades que son impuestas y deducidas a los soldados de la patria.
Encontrarán entonces un entorno matizado por la guía permanente de un inmejorable cuerpo de oficiales; el compromiso irrestricto de docentes e instructores militares y civiles, cuya experiencia está probada, y su entrega total a la causa que defendemos, es el mejor pergamino, aunada a una formación integral que la hora actual demanda del futuro Oficial de la Aviación. Sean ustedes bienvenidos y les deseo todo lo mejor en este camino que comenzarán a transitar a partir del día de hoy, salud, libertad, igualdad, justicia, paz, independencia, estabilidad, progreso y grandeza. Finalmente, elevemos una plegaria a Dios para que les llene de fortaleza y les conduzca a una feliz y exitosa culminación de este proceso de asimilación, así como también, orar por la pronta, completa y plena recuperación de la salud del Comandante Presidente.
Independencia y patria socialista. Muchas gracias.

lunes, 24 de febrero de 2014

Breve relato de la vida de un anarquista (parte II)

Una vez egresado del bachillerato conseguí mi primer trabajo en una contratista de telecomunicaciones, allí fui testigo del carácter burocrático de las comunicaciones al identificar que existía una pirámide jerárquica cuya cumbre era ocupada por las operadoras de telefonía, en un segundo plano los fabricantes de equipos, en el tercer escalón las grandes contratistas, en el cuarto escalón pequeñas contratistas, y finalmente en el último escalón los subcontratados. Tal vez no se tenga la mínima idea de los cuantiosos ingresos que percibe el sector de comunicaciones, peor aún, un alto porcentaje de dichos ingresos quedan en la cumbre piramidal de los tres primeros escalones, esto es, operadoras, fabricantes y grandes contratistas; a medida que se desciende en la pirámide, descienden los ingresos, hasta llegar al último escalón, donde realmente se ejecuta el trabajo y además ocurre el descenso de ingresos más abrupto. Justo en este escalón me encontraba yo.
            Luego fui a dar en una empresa de seguridad electrónica dedicada a la instalación de sistemas de video vigilancia, control de acceso, sistemas de alarma y prestación de servicios de mantenimiento de los mencionados sistemas. Al tiempo supe que esta empresa pertenece a un Coronel del Ejército poderosamente influyente que trabaja en el área de inteligencia de la Fuerza Armada, y dicho sea de paso, posee otras empresas que ha posicionado dentro de la misma Fuerza Armada. Ratifiqué que estaba en presencia de la más auténtica mafia organizada, pues todos los militares de alto rango hacen exactamente lo mismo; ratifiqué que la cumbre militarista es la más auténtica expresión liberal, capitalista y burguesa de este socialismo del siglo XXI, a quién el pueblo ingenuamente le confía su seguridad y defensa, sin advertir que la única seguridad que les preocupa es la de sus propios intereses. Noté que esta realidad militarista se traspola a las élites de la política representativa, que viven de la ingenuidad de aquellos quienes aún creen en la necesidad de ser representados; noté que esto que llaman unión cívico-militar, no es más que una idea renovada de la mafia organizada de las élites militaristas  y las élites politiqueras.
            Hace algunos años, mi hermana menor me ayudó económicamente en la compra de un vehículo, y debido a estas reveladoras y poco agradables experiencias de trabajo, opté por trabajar como taxista, considerando que de esta manera evito en lo posible ser víctima o cómplice de este sistema corrupto y explotador, procurando además ofrecer un servicio de transporte económico para la comunidad pese a que aún así vivo y sobrevivo bajo las condiciones que impone el capital.
            A mis 23 años de edad, luego de haber caído en mis manos un libro de filosofía, me convertí en un asiduo lector de libros de la ciencia del amor al saber, principalmente de Ortega y Gasset, Schopenhauer, Sartre, Cioran, Camus y muy especialmente de Nietzsche. Confronté cuanta idea tenía concebida acerca de la moral, la ética, la religión y los dioses, excepto aquellas relacionadas con la política y la economía, puesto que por alguna razón me producían más asco que las anteriores; aunque leí fragmentos interesantes tales como “El mayor peligro el Estado” en “La rebelión de las masas” de Ortega y Gasset, o bien, “El nuevo ídolo” en “Así hablaba Zaratustra” de Nietzsche, me parecieron meras ideas contemplativas que describían la triste realidad de una especie humana sometida al régimen estatal, y la triste realidad de mi propia existencia, puesto que para entonces desvelé la deprimente farsa de una sociedad corrupta, que aparenta ser lo que no es y se oculta bajo los mantos moralistas del cristianismo y el socialismo.
En cuanto a la moral, la ética, la religión y los dioses, destroné todo precepto de la educación moral cristiana, católica, apostólica y romana que recibí de mis padres, al dar muerte a Dios en un acto reflexivo y premeditado de frialdad desmesurada, movido por una auténtica causa de emancipación. Es cierto que este personaje no es ni santo ni poderoso, tan cierto como que yo estoy lejos de ser el mejor de todos los asesinos de Dios, lo cual hace que mi crimen aparentemente sea un hecho irrelevante, considerando que otros criminales se me adelantaron y que a pesar de que el número de asesinos va en aumento, aún este personaje de ficción goza de la veneración e idolatría de un enorme rebaño que se somete a la tamaña mentira de los pastores representantes en la tierra del susodicho omnipotente.

Sin embargo, aunque en apariencia es irrelevante, no hay duda de que el primer paso en el camino hacia la libertad es el magnicidio imaginario de un personaje imaginario, tomando en cuenta que para que sea posible la tan hablada, comentada, mencionada y anhelada libertad, es necesario que también sean posibles otros elementos que están directamente relacionados con ella: voluntad, autodeterminación, autonomía y espontaneidad, y la dependencia de los seres frente a un origen único, la cual siempre termina identificándose con Dios, es contraria a todas ellas y a la libertad misma.

jueves, 20 de febrero de 2014

Breve relato de la vida de un anarquista (parte I)

Nací en Caracas un 7 de diciembre de 1974; hijo de María Isabel Hernández Navas, nacida en Palo Negro, Estado Aragua, y de Bartolo María Rivas Rivas, oriundo de un pueblo llamado Querepare, cercano a la Península de Paria, Estado Sucre, y hermano de Virgmary Jackeline, Marysabel y José Félix, nacidos todos en Caracas. Por razones que desconozco, desde temprana edad comencé a dar signos de ser un niño aislado, apartado y solitario, casi tendiente al autismo; cuando cursaba el preescolar me orinaba en los pantalones y normalmente era conducido al aula de mi hermana mayor, quien me lleva un año de edad y también se encontraba en el preescolar; cursando el tercer grado de educación básica o primaria, reprobé todas las asignaturas, aún así el Maestro Rómulo tenía intenciones de promoverme al cuarto grado, a lo cual mis padres se negaron rotundamente, por lo que repetí el tercer grado, y durante las vacaciones de Agosto de ese año vi mi habitación convertida en una celda mientras veía además, como el resto de mis hermanos disfrutaban con juegos de sus días de asueto.
Mi madre tiene tercer año de bachillerato aprobado y trabajó hasta el día que contrajo matrimonio con mi padre, pues ambos decidieron que lo mejor sería que ella se dedicara al hogar, y ciertamente a lo largo del tiempo puede evidenciar que no existía un ser más abnegado en el hogar que mi madre, pues nunca paraba cuando de limpieza, comida y atención de sus hijos se trataba; mi padre tiene sexto grado de primaria aprobado, que para entonces vaya que si equivaldría a un título de bachillerato de hoy día, además realizó un curso técnico de contaduría, equiparable a un título de licenciado en contaduría, y dado el amplio dominio que adquirió en dicha área, alcanzó a ocupar importantes cargos gerenciales en la administración pública, específicamente en lo que se conoció como Corpoindustria. Mis padres, coincidían ambos en que el legado y herencia que dejarían a sus hijos sería la educación; supongo que a esto se debió su intuitiva, determinante y decidida actitud conductista, frente a la reprobación de mi tercer grado, muy a pesar de las intenciones del Maestro Rómulo.
El hogar de nuestra familia fue variable, vivimos en Palo Negro, Guaruto, La Esmeralda y El Limón, y no fue sino hasta mis siete años de edad, cuando mi padre pudo adquirir un apartamento ubicado en el tercer piso de un edificio del Sector 12 de Caña de Azúcar. El edificio no contaba con canchas deportivas, mas si con una placita cuyos banquitos en dos de sus extremos hacían las veces de cancha de futbolito, y allí pasábamos la mayor parte de nuestros momentos de recreación mi hermano menor y yo.
Comencé a interesarme por la electrónica y antes de culminar mi sexto grado ya me había propuesto realizar mis estudios de bachillerato en la Escuela Técnica Industrial “Joaquín Avellán”. En esta etapa de mi vida, aún conservaba mis rasgos característicos de personalidad que me acompañaron desde mi infancia, me mantenía aislado, apartado y solitario, pero menos retraído; ya el sistema educativo a través de sus escalas de juicio no me veía como un mal estudiante, sino por el contrario, ya era visto como un buen estudiante incluso ante los ojos de mis padres. Siempre fui un estudiante que iba de su hogar al liceo y del liceo a su hogar, mientras veía como otros compañeros de clases hacían vida en el liceo o fuera de el, y no en sus hogares precisamente. 

Uno de los aspectos con los que me tocó lidiar a lo largo de mis estudios en la E.T.I. “Joaquín Avellán” fue cuando me percaté que era un liceo de “estudiantes” tirapiedras, algunas veces llamados erróneamente como agitadores. Hoy día, reflexionando al respecto, pienso que los niños, adolescentes y jóvenes, siendo rebeldes por naturaleza, no saben nada acerca de la rebeldía y la agitación, y desconocen todo el trasfondo intelectual que hay tras esas palabras, pues su final es del todo predecible, terminan siendo domesticados por la adultez. Quienes me conocen sabrán de mis descuidos y mi escasa memoria, poco lo soy cuando de leer y escribir se trata, pero esta es la excepción, pues hoy comprendo lo que alguna vez leí en un texto cuyo título y autor no recuerdo: “… si el rebelde después de los treinta años no conserva su rebeldía, es porque sencillamente nunca lo fue”. Efectivamente, mientras los hoy domesticados tirapiedras del ayer “agitaban” las calles, yo intuitivamente luchaba por no ser absorbido por su tribu, nunca me sentí solo pues siempre he sido un ser aislado, apartado y solitario, ocasionalmente un poco de temor, lo cual es natural, pero como diría Nietzsche: “ Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”.